Un día, se le pasaron los jarros de pulque y un poco más que a medios chiles salió de su cabaña en busca de un buen pino porque como él raspaba su pulque dos veces al día y vivía solo, se le acumulaba demasiado en un viejo barril de madera y ya necesitaba otro para almacenar más agua de las verdes matas, y vender el excedente para ganarse unos pesos pues la crisis económica lo tenía al límite de la sobrevivencia.
Entonces se puso sus botas, tomó su afilado güingaro y salió con rumbo al bosque para escoger un buen pino para leñarlo y obtener la madera para construir su barril pulquero.
Pero como seguía borracho, como pudo le dió unos golpes al árbol que escogió, pero no podía mantener el equilibrio. De pronto, en su esfuerzo, golpeó mal el árbol, el güingaro le vibró tanto en la mano que le hizo temblar desde el brazo hasta los pies, sacándolo de balance y haciéndolo trastavillar por una vereda a la orilla del barranco, atorándose su bota en una gran raíz que salí al lado del árbol escogido, haciendo que de esta manera encontrara la muerte El Alacrán, quedando perdido en algún lugar del fondo de un hondo precipicio en algún lugar de la hermosa Sierra Gorda Queretana.
Victor Quintanar
18unio2022
Taller de escritura creativa en CVO SJR QRO
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