viernes, 17 de diciembre de 2021

LOS AUTOENGAÑOS DE LA MENTE


La vida nos desgasta. O nos desgastamos a nosotros mismos. ¿A quién echamos la culpa, a la vida, a los genes o a nosotros?¿Existe realmente un culpable?¿Hacia dónde desplazamos la carga?...hace poco tuve un accidente por cargar pesado, lo que me provocó una hernia inguinal. A decir del cirujano, tenía muy desgastado el tejido abdominal, y ciertas condiciones genéticas que lo volvían débil. Ya había  recibido el consejo de mi fisioterapista de que usara una faja cuando cargara pesado, pero no le hice caso. Se me olvidó...no es cierto. Lo recordé pero pensé: Solamente es mover en corto la carga, es poco. Y resultó ser mucho. ¿Me engañó mi cerebro? Puede ser. ¿Qué pasa con el cerebro en esos momento de "necedad"?¿Dónde queda la inteligencia?

Hace unos días, haciéndome todas estas preguntas durante mi convalecencia, me auxilié de un buscador para encontrar respuestas y encontré algo muy interesante: El cerebro nos impide ver la fuerza de los argumentos que nos contradicen. 

En un artículo electrónico de El País, con fecha 22 de diciembre del 2019, 17:34 h, en la sección de Ciencia/Materia, con este titulo ya mencionado, se introduce la noticia de que los científicos observan un área cerebral que podría influir en que hagamos oídos sordos a otras opiniones. Yo lo traduzco en que es el áreas cerebral que nos vuelve necios sin que nos demos cuenta, de manera inconsciente, y así, hacemos tonterías con consecuencias de diferentes niveles.

Retomando las ideas que más llamaron mi atención, en este artículo se menciona que el cerebro rechaza de primera mano la información que contradice lo que ya sabemos y así funciona bien, ya que en la abrumadora mayoría de los casos se está en lo correcto. Pero, ¿Qué ocurre cuando el argumento es bueno y al menos deberíamos de tenerlo en cuenta aunque nos contradiga? "Me da igual", respondería el cerebro.

¿Por qué no se ha corregido este fallo en el transcurso de la evolución humana?, se preguntó la neurocientífica de la University College de Londres, Tali Sharot, en La mente influyente, de Editorial Little Brown.  Su serie de experimentos mostrarían, de confirmarse, cómo el cerebro se niega a abrir la puerta cuando quien llama es una opinión que lo contradice, por muy convincente que pudiera ser.

Descubrieron que cuando las personas no están de acuerdo, sus cerebros no logran registrar la fuerza de la opinión de la otra persona, lo que les da menos razones para cambiar de opinión, según el coautor del estudio que publica Nature Neuroscience, Andrés Kappes, investigador de la Universidad de la Ciudad de Londres. Los hallazgos sugieren que ni siquiera los argumentos más elaborados del otro lado convencerán a las personas más polarizadas porque el desacuerdo será suficiente para rechazarlo. El hecho de no observar la calidad del argumento opuesto hace que los cambios en la mente sean menos probables.

Estos hallazgos realmente no responden a la pregunta principal pero ofrecen un mecanismo que subyace a la renuencia de las personas a cambiar de opinión. La tendencia conductual a descartar la información discrepante tiene implicaciones significativas para los individuos y la sociedad, ya que pueden generar polarización y facilitar el mantenimiento de creencias falsas, afirma Sharot.

La neurocientífica Susana Martínez-Conde, especialista en estos autoengaños de la mente, coincide con Tali Sharot en que los números y las estadísticas son necesarios y maravillosos para descubrir la verdad, pero no son suficientes para cambiar las creencias, y son prácticamente inútiles para motivar la acción. Sugiere que a la hora de intentar alcanzar un concenso, se busque un punto de partida en el que se esté de acuerdo, y a partir de ahí será más fácil moderar las opiniones de los demás.

A decir de Martínez Conde, "escuchamos lo que queremos oír y lo que no, lo descartamos: no le damos el mismo peso a las opiniones que nos contradicen". Pero añade: El problema del sesgo de confirmación es bastante más amplio y profundo que unas posturas ideológicas. Finalmente, unos investigadores de la Universidad de Londres descubrieron un caso en el que se está dispuesto a aceptar datos que nos contradicen: CUANDO ESOS DATOS RESPALDAN LO QUE QUEREMOS CREER. 

Esto último me hace pensar y me confirma lo que mencionaba al principio: Caemos en la necedad de manera inconsciente, aunque no estemos en lo correcto.

Víctor Quintanar.






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